sábado

Resonancia magnética.

Arribé al consultorio del médico de la mano de mamá, que no me hablaba mucho, como es su costumbre... pero el silencio eterno de mi familia es un tema para otro momento.
    Estaba tranquila cuando me levanté, quizás porque todavía estaba dormida y no comprendía lo que me iban a hacer.
         Llegué, me senté en una silla y comencé a temblar, tenía frío y miedo.
- ¿Qué te pasa? - me dijo mamá asustada
- Nada... - atiné a decir casi sin voz, cuando las lágrimas empezaron a salir como un río. 

  Ella me dijo "no tenes que hacerlo si no querés", frase que escuché tantas noches... pero decidí madurar y pasar a la sala.
  Los 45 minutos restantes me sentía como un pájaro encerrado, con la cabeza dentro de una jaula de plástico y una cinta que me cruzaba la frente y me impedía escapar.
  Los incesantes ruidos de la máquina me hacían doler la cabeza, me hacían pensar que en cualquier momento ALGO iba a pasar y yo me iba a ir... (quizás debería dejar de ver tantas películas de terror).
  Cuando salí, me dijeron "viste que no fue tan terrible"
  Si, viste...




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