miércoles

Soledad y el campo, parte 2.

- Y... si - titubeó ella.
- Yo debería preguntarte quién sos... vos estás en mi casa.
- Soy Soledad.
- Tu nombre no me dice nada de vos. Creo que si apuesto a que estás sola, pierdo... - susurró.
- Entonces... ¿Qué quiere saber?
  El hombre rió entre dientes y se balanceó en la silla, calculando el punto justo donde hay que frenar.
- Yo no quiero saber nada... vos estás caminando sola y desnuda en el campo.
- Es el campo de mi padre - Contestó ella con frialdad
- ¿Y?
- Y se murió. - Él hizo un gesto despectivo y se paró. Miró a Soledad un largo rato y se volvió a sentar. Las mejillas de la chica estaban rojas, y sus ojos desbordados.
      Cualquiera hubiese huido,  pero ella debía quedarse.
- Todos se mueren - concluyó el hombre descruzando las piernas. - Yo me voy a morir y vos también.
- Pero seguro que ud. antes - Completó ella
- Un accidente, un asesinato o un suicidio siempre son opciones - La piel de soledad se estremeció, igual que su cerebro.- Ahora... ¿Necesitás algo?

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