lunes

Soledad y el campo.

Soledad caminaba por el prado desnuda, rozando con cada poro de su piel el pasto y las diversas hierbas que ya casi alcanzaban su escasa altura de adolescente de 16 años. 
    Volver al campo de su padre luego de la muerte de este la hizo sentirse peor, el abandono del lugar la hacía reflexionar que su alma se encontraba en el mismo estado. 
    Caminó, no sabía cuanto, ni siquiera yo se. 
    Topó con una casa destruída, y dudó en entrar por unos minutos, pero sintió como una voz la llamaba desde adentro. 
   Había un hombre sentado en una mesa destartalada, fumando un cigarrillo. Soledad se apresuró a cubrir su desnudez con sus manos, el extraño señor rió. 
  - No te preocupes, pendeja, no tenés nada que no haya visto antes. 
  Soledad titubeó un momento, y luego volvió a mostrar su cuerpo adolescente. Él la miró sin mucho detalle y volteó la cabeza.
 - ¿Quién es Ud.? - preguntó un poco asustada Soledad.
 - ¿Es relevante? 

Continuará.



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