Capítulo 1: El último día de luz.
Rondaba por Internet la noticia
(seguramente falsa) de que la
NASA había anunciado unos misteriosos 3 días en que la Tierra se mantendría en
total oscuridad… originalmente, los llamaron “los 3 días de oscuridad”.
Como la gente solía creer en este tipo de
cosas, todos estaban paranoicos comprando luces de emergencia y grupos
electrógenos, velas al por mayor y ese tipo de cosas. Pero la preocupación no
había llegado hasta mi departamento de soltera, yo seguí normalmente con mi
vida.
Estaba de vacaciones, como merito de haber
promocionado todo en la facultad, y me encontraba muy relajada durmiendo cuando
escuché un grito desgarrador que provenía del departamento de alguno de mis
vecinos. Salí al pasillo y vi a la chica del 4A llorando de manera
desconsolada.
-
Disculpa… ¿qué pasó?
-
Mi novio… mi novio se acaba de tirar por el balcón… -
La miré desconcertada, pero efectivamente, Fabricio (así se llamaba) yacía
tirado en medio del Boulevard, inerte…
El edificio fue, por supuesto, una
bataola durante todo el día, familiares, policía, médicos… y llantos, llantos
por doquier.
La policía tocó mi puerta, al igual que
la de todos los vecinos, pero yo poco sabía de Fabricio y de su suicidio, ya
que como antes dije, me encontraba durmiendo cuando sucedió.
Al día siguiente del “accidente” si es que
puede llamársele así, fui a ver a la viuda para darle mi pésame y quizás
ayudarla con algo, yo no era buena con estas cosas de que la gente se muriese.
-
Pasá, Yani, gracias por venir…
-
Lamento mucho esto… la verdad nunca lo hubiese
imaginado.
-
Ni yo… Fabricio no era una persona muy de suicidarse…-
Me olvidé de aclarar que a la muchacha le faltaban un par de caramelos en el
frasco.
-
Claro, bueno… ¿la policía te hostigó mucho?
-
No… solo querían saber si él se había comportado extraño,
o si había dejado algún tipo de nota
-
¿y la dejó?
-
Si… pero la descubrí hoy a la mañana. Yo creo que él
pensó todo para que la viera después de un tiempo… estaba metida entre unas
tazas en el bajo mesada de la cocina.
-
Y… ¿Qué decía?
-
Decía “yo no puedo tolerar 3 días más de oscuridad”.
Realmente no le encuentro el sentido. – La miré perpleja y recordé esa noticia
de dudosa seriedad que había leído días atrás en Internet, se lo comenté y comenzó
a llorar, gritando cosas cómo “si este pelotudo se mató por eso…”
Me fui al departamento y busqué otra vez lo
que había leído, los famosos “3 días de oscuridad” eran (supuestamente) un
fenómeno que ocurría cada 10.000 años en la Tierra , en que por alguna misteriosa fuerza
magnética proveniente del espacio, la electricidad no funcionaba. Este fenómeno
digno de un cuento de Asimov ocurriría, según la noticia, dentro de 2 días…
comenzaría la tarde del 21 de diciembre y duraría hasta la noche del 24. Sin
creer en esa sarta de paparruchadas, apagué la computadora y me fui a correr.
Pero por más que me pareciera una idiotez, el
asunto de la carta de Fabricio rondaba en mi cabeza… ¿Por qué “3 días más”? Si
esto supuestamente sucedía cada 10 milenios, como podía el saber… como podría
él haber “vivido” otros tres días de oscuridad… me dije a mi misma que estaba
comenzando a creer en todas esas mentiras que la gente inventa para que los
idiotas crean, y ocupé mi mente en otra cosa.
Capítulo 2: El
primer día de oscuridad.
Los días
pasaron tranquilos, hasta que llegó el famoso 21 de diciembre y todo el mundo
estaba esperando que algo sucediese. A la 1 PM todavía no pasaba nada, y yo
estaba completamente convencida de que así seguiría. Sentí como tocaban la
puerta, era mi mejor amigo Darío, con un bolso en la mano, diciendo que se
quedaría conmigo durante esos días, pues temía que algo pasara y no quería
descuidar mi seguridad. Aunque insistí en que no hacía falta, finalmente accedí
a su propuesta, diciéndole que nada iba a ocurrir, pero que igualmente nos divertiríamos
juntos esos 3 días, y se instaló en una habitación vacía en mi departamento.
A las 5 PM nos
sentamos en una esquina de la peatonal a tomar un café, mientras fumábamos. No
se veía un alma en la calle.
-
Y… ¿Uds. Creen en esto de la oscuridad? – nos preguntó
Don Anselmo, dueño del bar, que se encontraba en la mesa contigua bebiendo
whisky y fumando cigarros importados.
-
No, al menos yo no… la gente está paranoica, ¿no ve?
Nadie salió a la calle hoy… - contesté.
-
Yo tengo mis dudas – añadió Darío – creo que algo puede
llegar a pasar.
-
¿Y Ud. Don Anselmo? ¿Qué cree?
-
Yo no creo en estas cosas, hija… pero mi mujer si, ¡Si
la vieses! Prendiéndole velas a todos los santos, yo le dije que no las gaste
en eso, quizás después las vamos a necesitar – los 3 reímos y momentos después
nos saludamos en la esquina, y cada cual tomo su rumbo.
Nos apresuramos
a llegar a casa porque unos densos nubarrones inundaron el cielo, y la idea de
mojarme no me resultaba grata.
-
¿Viste? Se viene una tormenta, yo te dije…
-
¿Qué me dijiste vos? ¿Sos del pronóstico ahora? No va a
pasar nada, es lluvia solamente…
-
Deberías creer un poco más en estas cosas…
-
¿Para qué? La gente se persigue demasiado, creen en
todo lo que le venden…
5 minutos
después de que llegamos al departamento, se desató una tormenta que desde mi
infancia en el campo no veía. Los árboles se bamboleaban, los autos iban a una
gran velocidad por las calles, la gente corría desesperada por encontrar un
techo provisorio. La cólera de los dioses parecía recaer sobre la ciudad. Darío
y yo mirábamos el espectáculo desde el living, a través de la ventana del
balcón, y vimos como una enorme rama del palo borracho de en frente caía sobre
la calle y arrastraba consigo una enorme cantidad de cables, acto seguido, la
luz se fue…
-
Y damos comienzo a los 3 días de oscuridad… - dijo mi
amigo en tono de locutor - ¿ves? Te dije que era bueno que me quedase.
Busqué velas en la cocina y nos
sentamos en la mesa, a pensar en cómo manejarnos a oscuras hasta que la compañía
de luz se decidiese a arreglar ese maldito cable.
El día no resulto problema, el
asunto fue cuando cayó la noche… se nos habían acabado las velas, y como la
lluvia había cesado, salimos a conseguir más. La calle era la boca de un lobo,
un lobo que se estaba comiendo la cordura de la gente… lo único que iluminaba
la densa oscuridad eran las luces de los autos, que enceguecían a los pocos que
caminábamos.
El almacén de la esquina no era
sino un manicomio, gente corriendo en todas las direcciones en ese espacio de
4x5, pidiendo productos a los gritos y especulando sobre la empresa de energía
y esta oscuridad que avasallaba a toda la ciudad.
Pasamos esa noche tranquilos, a
la luz de las velas no se estaba tan mal, nos dormimos temprano… sin embargo lo
que se avecinaba no resultaría tan agradable.
Capítulo 3: Segundo día de
oscuridad.
Bien entrada la mañana nos
despertamos, la luz solar era como una bendición luego de las penumbras pasadas,
una vieja radio a pilas que había heredado de mi abuelo anunciaba que se
enviaban camionetas a reparar los cables de luz, pero la lluvia constante
imposibilitaba la tarea de estos hombres.
Ese día le conté a Darío con lujo
de detalles lo ocurrido con Fabricio, ya que con la conmoción de la primera
noche no había tenido tiempo. Le pareció particularmente interesante el detalle
de la carta, y se cuestionó las mismas cosas que yo.
-
Debe haber sido un loco… esos tipos que delirar cosas
de vidas pasadas, y esos mambos. ¿En qué clase de edificio vivís, vos también?
– dijo entre risas.
-
No te rías, pobre flaco… se suicidó por eso, según su
carta… estaba totalmente borde.
-
El pibe debe haber tenido otras cosas en mente, seguro
ahora esta viendo desde arriba como nosotros nos cuestionamos “que quiso decir”
y se está matando de la risa…
-
¿Vos decís que lo hizo como una broma? ¿En serio crees
que si se estaba por suicidar, habrá tenido ganas de hacer jodas?
-
Uno nunca sabe, estos porteños de mierda…
-
Yo creo que hay algo raro detrás del suicidio de
Fabricio, nadie se mata porque si…
-
Capaz no se bancaba más a la novia… yo hablé 2 palabras
con ella hoy y es una neurótica, creo que cualquiera preferiría darse la cara
contra el asfalto.
-
No exageres…
La noche llegó
más rápido esta vez. Todo estaba nublado, pero no persistía la molesta llovizna
de la tarde. La situación era algo insoportable, creo que nunca antes había
notado cuan necesaria era la luz.
Me quedé
leyendo historias de terror iluminada por una vieja vela, a pesar de las
insistencias de Darío, que me advertía que esa noche tendría pesadillas. Él se
fue a dormir mucho más temprano que yo, que cuando terminé el libro, quedé
contemplando como la lluvia volvía a caer sobre la desierta y oscura ciudad que
solo contaba con los autos y con los relámpagos para poder ser vista. Y gracias
a esas escasas luces pude distinguir claramente la figura de un hombre
caminando por el medio del boulevard, pero los conductores parecían no notar su
presencia. El encapuchado llegó hasta la puerta de mi edificio, y tocó un
portero, ignoro de que departamento… como nadie acudió a su llamado, dio media
vuelta dispuesto a marcharse. Pero cuando llegó al cordón de la vereda giró, se
sacó la capucha y levantó la mirada hacia el edificio. Hubiese reconocido esa
cara donde fuese, era él… era Fabricio.
Por un
instante, seguramente no por causalidad, ninguna luz iluminó el cielo, y todos
los autos eligieron otro camino, por lo que no pude verlo cuando se alejaba.
Con miedo fui a la habitación y desperté a Darío pidiéndole que me dejase
dormir con él, pero no le comenté lo ocurrido.
-
Te dije que tanta historia de terror te iba a hacer mal
– solo asentí y me acosté a su lado, abrazándolo con temor, diciéndome a mi
misma que lo que había visto no podía ser real, pero no estaba logrando
convencerme…
Cap 4: Tercer día de oscuridad.
Me desperté
abrazada a mi mejor amigo, al menos él me protegía de todas las cosas
inexistentes que habitaban en esta maldita oscuridad.
El día no
parecía día… a pesar de que eran las 12 del mediodía, simulaban ser las 8 de la
noche. Todo estaba oscuro, y una gran tormenta azotaba a la ciudad desde altas
horas de la madrugada.
Pensé en
contarle a Darío lo ocurrido la noche anterior, pero sabía que solo se reiría
de mi y justificaría esto con mi gusto por las historias de terror. ¿Y si le
contaste a la viuda de la extraña aparición de su novio? No… luego lo pensé
mejor, no era para nada una buena idea.
A las 5 de la
tarde se nos habían acabado las velas, y realmente no podíamos pasar una noche
a plena oscuridad… decidí sacar el auto para recorrer la ciudad y poder
comprarlas.
Prendimos la
radio, se anunciaba a un tal “Jorge Luque”, parapsicólogo que hablaba de este
fenómeno por el que estábamos transitando. Según su visión totalmente paranoica
y apocalíptica del asunto, tendríamos un cuarto día de oscuridad en el cual el
cielo se abriría en dos y el mismísimo señor de las alturas vendría a
juzgarnos. Concluyó su discurso con un “todavía tenemos tiempo de arrepentirnos
de nuestros pecados” y a continuación pusieron una canción de Julio Iglesias.
Eso era lo realmente apocalíptico del asunto, que alguien pudiese escuchar a
Julio Iglesias…
A pesar de los
comentarios de Darío y de mis extrañas alucinaciones del día anterior, había
logrado conservar la calma y mi visión objetiva del tema. Esto era solo un
problema a raíz de una tormenta, ni fin del mundo, ni Dios que nos juzgue, ni
necesidad de arrepentimiento.
Conseguimos
velas y volvimos a casa, con la sorpresa de encontrarnos a Gabriela (la viuda
de Fabricio) sentada en la vereda sosteniendo una cartulina que decía “el fin
está cerca”, al estilo de una película de bajo presupuesto de Hollywood.
-
Gabi… Gabi, ¿Qué pasa? – Me acerqué a ella, tenía
ojeras y olor que denotaba que desde que se había ido la luz no se bañaba.
-
Nos vamos a morir todos, Yanina… ¡Todos! Ya entiendo
porque Fabricio se suicidó… yo estoy pensando en hacerlo.
-
No digas ridiculeces, Gabriela… vamos a tu
departamento, necesitás bañarte y relajarte, estás mal por este asunto.
-
No… yo me voy a quedar acá esperando que el fin me
lleve con mi novio.
-
Dejala, Yani… está re loca – me susurró Darío.
La pobre quedó
allí sentada, gritando y agitando ese cartel improvisado, la gente se detenía a
mirarla o incluso a burlarse de ella.
-
¿A qué clase de edificio te mudaste vos, Yanina? – Me
decía mi amigo burlón – ¡Están todos re locos!
Nos sentamos a
esperar que llegara la noche, que parecía ser cada vez más oscura con el correr
de los días. La radio había anunciado que el problema se solucionaría a la mañana
siguiente.
A las 8 PM la
lluvia se lanzó a comerse la ciudad otra vez, pero ahora era diferente. Todo
era distinto… la oscuridad era otra. Era completamente sólida, salí al balcón
temiendo que no hubiese piso debajo de mí, no podía ver nada más allá de mi
nariz.
Darío me
abrazó por detrás, instintivamente lo alejé de mi.
-
¿Qué pasa?
-
Tengo miedo. Esto no es normal… esto no puede estar
bien.
-
¿Qué cosa?
-
Esta oscuridad. No es la de siempre, la de “mami, se
cortó la luz, ¿puedo dormir con vos?”.
-
Yo puedo dormir con vos, si querés…
Volteé y lo miré (o eso creo, porque no podía
verlo)
-
No es momento de ser un Don Juan, amigo…
-
Quizás si lo sea, por si pasa algo…
-
¿Qué podría pasar? No me digas que estás empezando a
creer en ese para psicólogo fanático de Julio Iglesias – Él soltó una risa y
tomó mi mano.
-
No creo en eso… pero me da miedo a mí también.
-
Al final yo era la del miedo y te termino consolando a
vos – reímos los dos.
-
¿Por qué pensás que vine a quedarme con vos? ¿Por qué
tenía miedo? No, porque si a vos te pasase algo, yo me moriría.
-
Nada me iba a pasar… no pasa nada. Son solo unos días
sin luz.
-
Ósea que no querés que esté acá…
-
Lo que no quiero es que te vayas. Nunca más.
Un enorme rayo
dividió el cielo, y sentimos el fuerte ruido de un choque. Bajamos corriendo
los 4 pisos de escaleras, pero al llegar abajo no podíamos creer lo que
veíamos. O mejor dicho, lo que no veíamos… todo era negro, nada se distinguía
más allá de la puerta del edificio.
Lo que si pude
distinguir fue la voz de Gabriela, que aún yacía en el piso agitando ese cartel
que pretendía alarmar a alguien, creo que aún no notaba que nadie podía verlo. Darío
y yo pasamos la noche en la recepción, esperando ansiosamente el amanecer.
Cap 5: Último
día de oscuridad.
Hoy. Hoy debía
de terminar toda esta tortura según la poca información que teníamos. Nos
despertamos esperanzados, dormidos en el suelo del living de mi edificio…
subimos las escaleras a mi departamento, y nos instalamos en la cama durante
toda la tarde, al mejor estilo John y Yoko, a esperar que volviese la luz.
Sin embargo, a
las 9 de la noche no había otra cosa que oscuridad. Salimos al balcón y pudimos
ver entre toda esa negrura, un cielo color violáceo, que emanaba truenos y
relámpagos a granel.
-
Por lo visto no eran solo 3 días – Dijo mi amigo en
tono preocupado
-
Esto no puede durar mucho más…
-
Espero, si sigue así voy a terminar creyendo en todas
las porquerías que dijeron en Internet.
Ya no tenía
miedo. Y comencé a creer que Fabricio tenía razón, que nadie podía soportar los
días de oscuridad, que quizás su suicidio no era tan ridículo como toda la
gente lo creía, hasta su ex novia.
Darío decidió
irse a dormir, pues temía a la tormenta, y pese a su insistencia me quedé
sentada en el balcón, mirando como el cielo se partía más a cada momento, como
se fundían los colores y se volvía indescifrable.
No se veía
mucha gente en la calle, más que los que en sus autos tomaban rumbos que yo
nunca podría conocer. ¿Alguien más tendría miedo, igual que yo? ¿O todos estarían
tranquilos en sus casas, creyendo que esto pronto pasaría? Me apoyé en la
baranda, y pude distinguir esa silueta en la vereda. Era él otra vez, vestido
igual que la primera noche que lo había visto, cuando cruzaba la calle
burlándose del destino (porque ya no dependía de este) podía reírse en la cara
de toda la gente que hoy tenía miedo, de los que creían, de mi; de su viuda, de
todo el mundo.
-
¿Qué hacés ahí, Fabricio? ¿Realmente estás ahí? – Él me
miraba, se que podía escucharme, estaba segura de ello. Me hizo una seña, como
si me llamara, como si quisiese decirme algo - ¿Qué querés decirme?
-
Basta de oscuridad – sentí una leve voz en mi oído,
seguido de un escalofrío que recorrió mi espalda.
Sentí como una
fuerza nueva surgía en mi, algo que me pedía estar ahí abajo, junto a Fabricio,
junto a todos los que como él no quisieron sufrir la oscuridad. Y yo ya no
quería sufrirla. Escalé los 3 caños que tenía mi balcón, esos 3 pedazos de
metal que me separaban de la calle. Me sostuve de la pared, y miré hacia abajo,
directo a los ojos a Fabricio, que me estaba esperando.
Y unos
segundos después, por una fracción de tiempo sentí como el viento frío golpeaba
violentamente mi cuerpo, hasta que el golpe final lo dio el piso.
Eran las 4 de
la mañana, policía y ambulancias inundaban la calle. Los vecinos miraban
espantados la marca que había dejado en la vereda, que estaba misteriosamente
iluminada por las luces del cielo. Fabricio y yo, sentados en la vereda de
enfrente, observábamos la escena sin poder ser observados por todos los demás.
-
El miedo te venció – Me dijo él - ¿O sólo te daba
curiosidad ver como se vivía todo desde el punto de vista del que no vive?
-
Me ganó el miedo. La oscuridad no era para mí.
-
Sin embargo ahora vas a vivir en eterna oscuridad.
Nos miramos
fijamente a los ojos unos segundos, y nos desvanecimos en la penumbra de la
madrugada sin que nadie pudiera notarlo.
FIN.
Es un perfecto relato de Stephen King. Oscuro, asfixiante. Gran final. GRAN. Ágil y dinámico. Felicitaciones. Keep writing.
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